La intolerancia a la fructosa es un problema que a menudo aparece de repente y que produce una disminución de la calidad de vida de la persona afectada, ya sea por los síntomas digestivos (hinchazon, gases, flatulencias, diarrea, dolor abdominal…) o por los extradigestivos (dolor de cabeza, picores en la piel, dolores articulares y musculares, fagilidad en pelo y uñas, pérdida de peso, alteraciones menstruales, siminución de la líbido…). La buena noticia de todo esto es que esta intolerancia se pueden revertir con un adecuado tratamiento dietético.

Pero ¿Por qué aparece de pronto?

El tubo digestivo se comporta como un túnel que atraviesa el cuerpo. De este modo, cuando ingieres algo, sea o no comestible, sólo se encuentra en el interior del túnel, pero no del organismo. Para que las sustancias entren al organismo deben ser absorbidas por la pared del intestino delgado. El intestino delgado en su superficie tiene unas proteínas de transporte (SLGT-1 Y GLUT-5) que actúan como puertas de entrada para la glucosa y la fructosa. Ante fenómenos inflamatorios, normalmente ocasionados por una mala alimentación, sobretodo rica en productos ultraprocesados, estas puertecitas de entrada no funcionan, por lo que la fructosa que no es absorbida continúa su recorrido por el tubo digestivo (túnel) y al llegar al intestino grueso, se topa con sus 50 billones de bacterias que les esperan para darse un festín. Las bacterias del intestino grueso se comerán (fermentarán) esa fructosa, produciendo gases y algunas sustancias tóxicas que son las causantes de los síntomas.

Además, en el epitelio intestinal también encontramos enzimas digestivas (unas proteínas que ayudan a digerir descomponiendo fragmentos grandes en otros más pequeños) que van a descomponer los carbohidratos, Pero la inflamación que sufre el intestino no va a permitir que las enzimas entren en contacto con los carbohidratos, por lo que también van a llegar al intestino grueso sin digerir y vas a servir de alimentos para el festín de las bacterias intestinales. Por eso las personas con intoleracia a la fructosa también experimentan síntomas cuando comen otro tipo de carbohidratos. Si la enzima que se ve afectada es la lactasa, que es la enzima que digiere la lactosa (el azúcar de la leche) se desarrollará igualemte intolerancia a la lactosa, cuyos síntomas son muy parecidos.

Intestino permeable.

Si la dieta continúa no siendo adecuada y se mantiene la agresión a la mucosa intestinal, ésta experimentará un daño en forma de microagujeros que la dejan más permeable, es como que hubo una manifestación con altercados, se rompieron las ventanas y ahora por esas ventas rotas se pueden colar saqueadores. Pues por esos micro agujeros se pueden colar sustancias que no deben y llegan al torrente sanguíneo, donde serán recono cidas como sustancias extrañas y serán atacadas por el sistema inmune (tus defensas). Como este proceso se repite cada vez que comas, esta reacción inmume puede acabar produciendo una enfermedad autoinmune.

Por lo tanto para revertir esta situación será necesario seguir una dieta sin estos tipos de carbohidratos, por ejemplo una dieta baja en FODMAPs (aunque no siempre funciona) durante un tiempo para ayudar a reestablecer la función de las proteínas transportadoras y bajar la inflamación y posteriormente una fase de regeneración para reparar el daño del epitelio intestinal y todo vuelva a la normalidad.

Para diagnosticar esta intolerancia hay que someterse a un test de aliento, donde tras ingerir una muestras de fructosa habrá que medir la cantidad de gases Hidrógeno y Metano producidos por la fermentación de la fructosa. Si en el test de aliento los niveles de gases se ven aumentados en los primeros 120 min, habrá que sospechar que el diagnóstico pudiera ser SIBO y no intolerancia. Hablaremos de SIBO en otros post.